martes, 11 de octubre de 2011

El conjuro de los déspotas

Hubo un tiempo en cual los hombres fueron dominados por otros hombres. Hombres crueles, malvados, que no conocieron sujeción alguna al imperio de la ley. Hombres terribles, implacables, que vivieron tratando duramente al resto de los mortales. Desconociendo los usos de la tradición. Abusando de su poder.

No sé si fue hace mucho tiempo atrás. No sé si ocurrió hace poco. Algunos afirman que sucedió muy a menudo. Otros creen que siempre fue así. Hay quienes dicen que todo comenzó cuando las bestias surcaban el cielo. Antes de la era de las gárgolas y el imperio de las cruces.

Muchos preguntarán por qué los hombres de buena voluntad soportaron a los déspotas. La respuesta no es fácil de hallar. Los romanos introdujeron una innovación: las fieras salvajes que despedazaban a sus víctimas ante el delirio de las multitudes. Ellos si que fueron ingeniosos. El filo de las espadas, sumado a la disuasión de las horcas, hizo lo suyo. Las hogueras concretaron el resto.

Nadie sabe por qué. Pero lo cierto es que soportaron. Para su desgracia y la de generaciones venideras. A los hombres se les puede pedir casi cualquier cosa; cualquier cosa menos que sean héroes.

“¡Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra!”

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