sábado, 10 de noviembre de 2012

Intersecciones

La masiva movilización del 8N representa un nuevo hito en el aprendizaje que amplios sectores de la población argentina vienen haciendo sobre la protesta social, la lucha económica y la lucha política. Las demandas son diversas, y cada una de ellas está íntimamente relacionada con graves problemas que afectan a la mayoría de los argentinos.

Probablemente, la inseguridad, junto con la inflación; la demanda de una justicia independiente; las consecuencias de la sintonía fina; y los amagues re-reeleccionistas son algunos de los tópicos más importantes por los que millones de argentinos han pasado de discutir la política en una mesa de café o en la sobremesa familiar a plantearla, abierta y masivamente, a los ojos del conjunto de la sociedad. Digo algunos porque creo que hay muchos motivos más: el cepo al dólar, sin dudas; pero también el 82% móvil para los jubilados; el hartazgo por el doble discurso; la sanción de leyes contra las libertades del pueblo (Ley antiterrorista); la abierta represión y criminalización de la protesta y la corrupción del “capitalismo de amigos” que hiere, mutila y mata como amargamente comprobamos en febrero de este año con el accidente ferroviario del Sarmiento en la estación Once.

En nuestro país, la protesta política y social y la lucha económica vienen transitando, al menos todavía, por andariveles separados. Aunque, vale la pena aclarar, distintos actores vienen intentando coordinar una unidad que siempre será la más amplia unidad posible bajo las circunstancias y el tiempo que nos tocan vivir.

Por un lado, la lucha económica moviliza a una gran parte del movimiento obrero organizado. Las principales centrales sindicales (CGT, CTA y CGT Azul y Blanca) del país vienen trabajando de cara a un paro nacional activo para el 20 de noviembre junto a otros sectores del movimiento obrero como los trabajadores desocupados (CCC, Barrios de Pie, MST Teresa Vive). Paro nacional activo que cuenta con la adhesión  de otras organizaciones sociales, por ejemplo de aquellas que están vinculadas a la cuestión agraria y la problemática de la tierra (Pueblos Originarios en Lucha, Federación Nacional Campesina y Federación Agraria Argentina) y el movimiento estudiantil (FUA). El programa del nuevo paro se discute en base a los puntos programáticos que fueron acordados en el paro del 10 de octubre pasado, organizado y convocado por la CTA y que además contó con la adhesión del gremio de camioneros.

Un dato importante para tener en cuenta es que la lucha económica está llevando, con su desarrollo, a que la clase trabajadora argentina ocupe, nuevamente, el centro de la escena. Y digo nuevamente porque no es la primera vez que esto sucede en nuestro país. Los memoriosos recordarán.

Por otro lado, la protesta política y social del 8 de noviembre creció mucho desde la última movilización del 13 de septiembre último. Se robusteció la participación ciudadana y mostró una gran coordinación organizativa en los días previos a la convocatoria, fundamentalmente a través de las redes sociales. Capacidad que ya había sido demostrada en la anterior movilización, pero que en esta oportunidad fue puesta a prueba y tuvo que confrontar con el accionar también deliberado de los cibermilitantes y los simpatizantes del gobierno que utilizan habitualmente las redes sociales. Prueba que fue superada y que demostró cuan vanos y desesperados pueden llegar a ser los intentos del poder por desalentar la participación popular. Poder que cuestionó y aún cuestiona la legitimidad de la protesta por algunas de sus expresiones y formas sin detenerse en las causas que le dieron origen.

A la masividad de la protesta política y social debemos agregar su repetición en varios centros urbanos (grandes, medianos y pequeños) lo que da una idea del sentir de millones de argentinos del interior que por lo general no somos visibilizados por los medios masivos de comunicación, tanto los opositores al gobierno pero también los medios oficialistas, y que materializan un federalismo que en los últimos tiempos ha sido fuertemente abrumado, e incluso sometido y mancillado, por el gobierno central. Opresión que solo se entiende y se explica en la incomprensible pasividad de la mayoría de los gobernadores de provincias. Hecho que contrasta notablemente con el sentir de sus pueblos que rechazan el centralismo unitario del gobierno nacional.

Increíblemente, la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández, muy lejos de tomar nota de lo sucedido el jueves 8 de noviembre lo minimizó: "Ayer se produjo un gran hecho: se eligió un nuevo presidente en la República China", declaró al día siguiente.

De sus dichos solo se puede desprender una conclusión: el gobierno ratifica el rumbo, ya que por una parte no se hace eco del reclamo popular, mientras por otra parte hace mención al principal socio estratégico del modelo sojero agroexportador argentino y al cual los gobiernos kirchneristas, los terratenientes, los pooles de siembra y el capital financiero que viene desplazando al pequeño y mediano capitalismo agrario nacional deben mucho: el imperialismo chino.

Aunque vale la pena aclarar que si el camino de la protesta social y política tiene intersección con el de la lucha económica, en Argentina existen grandes posibilidades para que la lucha obrera y popular, tonificada por la unidad de acción, genere excelentes condiciones para que el pueblo argentino avance, desnudando la verdadera esencia del gobierno: ajuste, inflación, crisis, inseguridad, represión y criminalización de la protesta. Esencia que aún hoy, el gobierno logra ocultar, aunque cada vez con mayor dificultad, detrás de la apariencia de un gobierno progresista, nacional, popular y preocupado por los derechos humanos.

Si eso sucede, una nueva etapa se abrirá. Porque como decía el Che Guevara: "Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro".


Carlos Mariano Poó

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