Intersecciones
La masiva
movilización del 8N representa un nuevo hito en el aprendizaje que amplios
sectores de la población argentina vienen haciendo sobre la protesta social, la
lucha económica y la lucha política. Las demandas son diversas, y cada una de
ellas está íntimamente relacionada con graves problemas que afectan a la
mayoría de los argentinos.
Probablemente, la inseguridad, junto con la
inflación; la demanda de una justicia independiente; las consecuencias de la
sintonía fina; y los amagues re-reeleccionistas son algunos de los tópicos más
importantes por los que millones de argentinos han pasado de discutir la
política en una mesa de café o en la sobremesa familiar a plantearla, abierta y
masivamente, a los ojos del conjunto de la sociedad. Digo algunos porque creo
que hay muchos motivos más: el cepo al dólar, sin dudas; pero también el 82%
móvil para los jubilados; el hartazgo por el doble discurso; la sanción de
leyes contra las libertades del pueblo (Ley antiterrorista); la abierta
represión y criminalización de la protesta y la corrupción del “capitalismo de
amigos” que hiere, mutila y mata como amargamente comprobamos en febrero de
este año con el accidente ferroviario del Sarmiento en la estación Once.
En nuestro país, la protesta política y
social y la lucha económica vienen transitando, al menos todavía, por
andariveles separados. Aunque, vale la pena aclarar, distintos actores vienen
intentando coordinar una unidad que siempre será la más amplia unidad posible
bajo las circunstancias y el tiempo que nos tocan vivir.
Por un lado, la lucha económica moviliza a
una gran parte del movimiento obrero organizado. Las principales centrales
sindicales (CGT, CTA y CGT Azul y Blanca) del país vienen trabajando de cara a
un paro nacional activo para el 20 de noviembre junto a otros sectores del
movimiento obrero como los trabajadores desocupados (CCC, Barrios de Pie, MST
Teresa Vive). Paro nacional activo que cuenta con la adhesión de otras organizaciones sociales, por ejemplo
de aquellas que están vinculadas a la cuestión agraria y la problemática de la
tierra (Pueblos Originarios en Lucha, Federación Nacional Campesina y
Federación Agraria Argentina) y el movimiento estudiantil (FUA). El programa
del nuevo paro se discute en base a los puntos programáticos que fueron
acordados en el paro del 10 de octubre pasado, organizado y convocado por la
CTA y que además contó con la adhesión del gremio de camioneros.
Un dato importante para tener en cuenta es
que la lucha económica está llevando, con su desarrollo, a que la clase
trabajadora argentina ocupe, nuevamente, el centro de la escena. Y digo
nuevamente porque no es la primera vez que esto sucede en nuestro país. Los
memoriosos recordarán.
Por otro lado, la protesta política y social
del 8 de noviembre creció mucho desde la última movilización del 13 de
septiembre último. Se robusteció la participación ciudadana y mostró una gran
coordinación organizativa en los días previos a la convocatoria,
fundamentalmente a través de las redes sociales. Capacidad que ya había sido
demostrada en la anterior movilización, pero que en esta oportunidad fue puesta
a prueba y tuvo que confrontar con el accionar también deliberado de los
cibermilitantes y los simpatizantes del gobierno que utilizan habitualmente las
redes sociales. Prueba que fue superada y que demostró cuan vanos y
desesperados pueden llegar a ser los intentos del poder por desalentar la
participación popular. Poder que cuestionó y aún cuestiona la legitimidad de la
protesta por algunas de sus expresiones y formas sin detenerse en las causas
que le dieron origen.
A la masividad de la protesta política y
social debemos agregar su repetición en varios centros urbanos (grandes,
medianos y pequeños) lo que da una idea del sentir de millones de argentinos
del interior que por lo general no somos visibilizados por los medios masivos
de comunicación, tanto los opositores al gobierno pero también los medios
oficialistas, y que materializan un federalismo que en los últimos tiempos ha
sido fuertemente abrumado, e incluso sometido y mancillado, por el gobierno
central. Opresión que solo se entiende y se explica en la incomprensible
pasividad de la mayoría de los gobernadores de provincias. Hecho que contrasta
notablemente con el sentir de sus pueblos que rechazan el centralismo unitario
del gobierno nacional.
Increíblemente, la Presidenta de la Nación,
Cristina Fernández, muy lejos de tomar nota de lo sucedido el jueves 8 de
noviembre lo minimizó: "Ayer se produjo un gran hecho: se eligió un nuevo
presidente en la República China", declaró al día siguiente.
De sus dichos solo se puede desprender una
conclusión: el gobierno ratifica el rumbo, ya que por una parte no se hace eco
del reclamo popular, mientras por otra parte hace mención al principal socio
estratégico del modelo sojero agroexportador argentino y al cual los gobiernos
kirchneristas, los terratenientes, los pooles de siembra y el capital
financiero que viene desplazando al pequeño y mediano capitalismo agrario
nacional deben mucho: el imperialismo chino.
Aunque vale la pena aclarar que si el camino
de la protesta social y política tiene intersección con el de la lucha
económica, en Argentina existen grandes posibilidades para que la lucha obrera
y popular, tonificada por la unidad de acción, genere excelentes condiciones
para que el pueblo argentino avance, desnudando la verdadera esencia del
gobierno: ajuste, inflación, crisis, inseguridad, represión y criminalización
de la protesta. Esencia que aún hoy, el gobierno logra ocultar, aunque cada vez
con mayor dificultad, detrás de la apariencia de un gobierno progresista,
nacional, popular y preocupado por los derechos humanos.
Si eso sucede, una nueva etapa se abrirá.
Porque como decía el Che Guevara: "Si el presente es de lucha, el futuro
es nuestro".
Carlos Mariano Poó
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