martes, 11 de octubre de 2011

El conjuro de los déspotas

Hubo un tiempo en cual los hombres fueron dominados por otros hombres. Hombres crueles, malvados, que no conocieron sujeción alguna al imperio de la ley. Hombres terribles, implacables, que vivieron tratando duramente al resto de los mortales. Desconociendo los usos de la tradición. Abusando de su poder.

No sé si fue hace mucho tiempo atrás. No sé si ocurrió hace poco. Algunos afirman que sucedió muy a menudo. Otros creen que siempre fue así. Hay quienes dicen que todo comenzó cuando las bestias surcaban el cielo. Antes de la era de las gárgolas y el imperio de las cruces.

Muchos preguntarán por qué los hombres de buena voluntad soportaron a los déspotas. La respuesta no es fácil de hallar. Los romanos introdujeron una innovación: las fieras salvajes que despedazaban a sus víctimas ante el delirio de las multitudes. Ellos si que fueron ingeniosos. El filo de las espadas, sumado a la disuasión de las horcas, hizo lo suyo. Las hogueras concretaron el resto.

Nadie sabe por qué. Pero lo cierto es que soportaron. Para su desgracia y la de generaciones venideras. A los hombres se les puede pedir casi cualquier cosa; cualquier cosa menos que sean héroes.

“¡Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra!”

sábado, 8 de octubre de 2011

Uno por uno

Rehenes sentados mientras Lito mira su máquina. Milicos apostados asedian. Periodistas aguardan desenlace sin arriesgar título. Lito, cansado, piensa: “abuso de autoridad, uso excesivo de la fuerza, homicidio calificado”. Se ríe. Intempestivamente sale, apunta. Un rati dispara. Cae Lito. Se acerca. Patea el arma. Se da cuenta. Era de plástico.

sábado, 1 de octubre de 2011

Entre truenos y relámpagos

Hace una semana leí la siguiente cita del escritor búlgaro, Elías Canetti: "Una tormenta que dura toda una semana. Una oscuridad constante: sólo podemos leer entre relámpagos. Hemos de recordar e ir uniendo lo que leímos a relámpagos".

Hay palabras que juntas condensan la longitud de los años. Palabras que tienen el peso de una época.

Las palabras de Canetti me recordaron aquel territorio de una patria denominada infancia. Soy de la generación que nació entre relámpagos y truenos. Durante la furia intempestiva del tormentoso escarmiento.

No voy ahondar en escabrosos detalles. Hoy, prefiero abogar por la política de la justa memoria que propone Paul Ricouer. Aquella que nos preserva de los constantes abusos a los que nos someten los memoriosos y olvidadizos.

Hay semanas que pueden transformarse en años, décadas y hasta en siglos. Y al revés, hay siglos que pueden esfumarse en un segundo.

Es inútil. Aunque se ilusione, el ser humano no puede medir el tiempo. El almanaque no cuenta los días, tan solo cuantifica la angustia.

Angustia que nos acompaña desde aquellos oscuros días, entre truenos y relámpagos.